martes, 1 de septiembre de 2009

El travestismo de Piñera y el plan de MEO

En columna de hoy Tironi señala que la estrategia de campaña de Piñera consiste últimamente en mimetizarse con la Concertación.
"El desalojo, la mimetización, y el dilema de Allamand": http://www.etebe.cl/2009/09/el-desalojo-la-mimetizacion-y-allamand/comment-page-1/#comment-469

Algunas ideas al respecto:

Sin necesidad de objetar la tesis de la mímesis, que suscribo por varias razones comenzando por el repunte de la popularidad de Bachelet y su gobierno, la estrategia mimética queda en mi opinión comprendida dentro de la tosca táctica del ofertón.

Cuando surgió con fuerza el lema de la protección social, en el comando de Piñera no se demoraron en decidir que ellos lo mantendrían y aumentarían su cobertura... a la clase media. Pero esto no era totalmente nuevo. Desde hacía tiempo las ofertas de ese comando desafiaban la credulidad de las personas con criterio político formado. Para entenderlo hay que remontarse a fines del año pasado. ¿Qué hicieron Piñera y su comando cuando estalló la crisis en la cara del neoliberalismo y luego se vio a Frei tomando las banderas del Estado moral en contra del candidato millonario de la derecha? La decisión estratégica no buscó disociar a su candidato del polo atacado confundiéndolo con el polo rival. Eso fue más bien un efecto fortuito y posterior. Lo que intencionadamente hizo fue disociar a Piñera del neoliberalismo codicioso.

Pero el comando piñerista no contrarrestó este capital moral de la Concertación contraponiendo alguno propio. ¿Cuál habría podido ser un valor moral de peso -medianamente identificable con ese sector- distinto a la mera oposición acusatoria contra los desaciertos, ligerezas y rapacería de la Concertación? La estrategia adoptada fue convertir a Piñera en un hombre con corazón y dadivoso. Pero esto no se llevó a cabo con una cirugía plástica mayor sino hasta el auge de la protección social. De hecho, hasta entonces  la Alianza continuó hablando a través de sus voceros desacreditadores de la Concertación: Víctor Pérez y Nicolás Monckeberg. Mientras tanto, sin abandonar del todo esta lucha, Piñera cultivaba una imagen que escapaba a los arquetipos valóricos de la derecha prefiriendo las sonrisas pero dando prioridad, como el 2005 contra Bachelet, a sus atributos duros relacionados con su capacidad de gestión. Aquí, sin embargo, se produjo otro vuelco. La  percepción de mala gestión del gobierno comenzó a descender a medida que el atinado discurso oficialista frente a la  crisis comenzaba a hacer populares las políticas de protección social de Bachelet. Entonces el posicionamiento duro de Piñera se hizo insuficiente. Las aguas de nuevo mudaban su curso.
En medio de la campaña, con una sobresaliente plasticidad política, la opción de vestir a Piñera con las prendas de la  protección social costó muy poco decidirla y adoptarla. ¿Se buscaba la mímesis? No lo creo. Lo que impulsó la decisión debió ser más bien la archi-conocida y fácil táctica del ofertón, que no duda en modificar apariencias y poner nombre y categoría de plan a cada promesa con tal de darle credibilidad a lo que la gente quiere escuchar. Detrás de esta oferta de mayor protección social no hay principios. Por eso, es cierto que hay travestismo político, pero la inspiración es más bien táctica que estratégica. Piñera es un hombre de oportunidades más que de principios, uno de los cuales, la bandera neoliberal que da coherencia a las abundantes élites de su sector, se ha guardado en casa. Esta bandera principalmente económica que beneficia los intereses del sector y que difícilmente ha dejado de defenderse pese a la crisis, no se alzó ni siquiera a medias tintas en esta campaña, mientras que la cantinela acusatoria de un Estado ineficiente y manilargo calló y cedió la voz al himno de la protección social que el candidato de pronto entonó con sorprendente propiedad. Por lo tanto, si se ha dicho, con razón, que la Alianza podría llegar al gobierno por los desaciertos de la Concertación, ahora habría que agregar que también gracias a sus virtudes.

Piñera sabe que las ofertas de campaña se olvidan tras la investidura presidencial y que ahora lo que conviene es prometer el oro y el moro. Salvo lo que sus estudios demográficos sindican como escasamente popular, ha abierto todas las puertas a la esperanza, especialmente aquellas que le sirven para combatir la imagen que sus oponentes han resaltado:  un hombre adinerado movido por el interés, egoísta, sin corazón, ajeno a cualquier política de protección social. Lo contrario fue representado por la  presidenta incluso antes de serlo, desde el comienzo de su campaña se potenció su asociación con el arquetipo materno, la generosa acogida y protección de una madre. Piñera, hoy convertido en un candidato amoroso que habla y habla de sus sentimientos, necesita de esta humanización para darle credibilidad a sus generosas ofertas. Y claro, también para mejorar en atributos, sobre todo aquellos en los que el electorado femenino, que le ha sido esquivo, lo desestima.
Con respecto al caso actual de Allamand, a quien Tironi, recordándolo por su tesis del desalojo, imagina muy incómodo con la actual campaña de su colegionario, habría que estar en sus zapatos para saber qué piensa y siente, pero si piensa más de lo que siente, seguro que ganar las elecciones se antepone a cualquier cómo. De hecho cumple un rol estratégico en el comando y acompañó a Piñera en su gira europea, viéndoselos a ambos convesando con un Sarkosy  que seguro les recomendó copiar las garantías sociales propias a la social democracia, como se sabe que ha actuado la derecha europea en sus sonados triunfos electorales estos últimos años. Esto, si no lo sabían, debió aclararles el camino, claro que se tardaron poco en aprovechar la oportunidad para imprimirle el sello ofertón extendiendo  a nombre propio un cheque a fecha del Estado.

Y sobre la tesis del desalojo, yo no desmerecería la importancia que pudo tener para generar un clima de “ya basta”. Si él postuló su tesis como una punta de lanza para la comunicación estratégica en una campaña pro Alianza, entonces ya es otra cosa: un error. Pero convengamos: el posicionamiento de Piñera, el piso del que no baja y excede el porcentaje de votación histórico de la derecha, se perfiló en base a la oposición frentre a los desaciertos de la Concertación. De allí, combinado con su imagen de empresario exitoso, devino la impresión de su capacidad superior. Ahora su campaña está dedicada a reforzar estos dos atributos en una misma persona: sensible y fuerte, amoroso y capaz. Lo mejor de la mujer y lo mejor del hombre. Como dice Parra: izquierda y derecha juntas, jamás serán vencidas. Y ya comienza, como conviene en la recta final, a adoptar poses de estadista haciendo llamados a los chilenos y a Chile, palabra que probablemente irá sonando con mayor frecuencia de ahora en adelante.

Con respecto a sus rivales, desde luego que este posicionamiento menos oponente y más próximo a la Concertación absorbe a Frei, quien lo sigue no tan de lejos en la cueca ofertona mientras intenta reinstalar la polaridad para capitalizar mejor una ventaja a su haber: el añoso padrón electoral. MEO por su parte, mientras las encuestas pongan en duda la competitividad de Frei en segunda vuelta, puede continuar corriendo el cerco contra la política de los abusadores del poder cada vez más hacia un costado del territorio de la Concertación, con miras a salvar e identificarse con su corazón. ¿Divide -a los presidentes de partido de los demás- y vencerás? El terreno a conquistar, además de algún dirigente o autoridad, es la mejor obra y sobre todo el mejor espíritu y mística de la Concertación, aquella del 88. Instalado en el mediocampo, articulando el descontento hacia la Concertación con propuestas más audaces y progresistas que, de hecho, fueron otro gatillante de los ofertones de Piñera y Frei, a MEO se lo ha oído decir ahora que es "heredero" de la Concertación. Esto suena a agradecimiento, pero también, si anteponemos el correspondiente artículo a esta palabra, a sucesión dinástica.
¿Profundizará MEO este posicionamiento que aún es sólo potencial, una alternativa entre no muchas otras para crecer significativamente? ¿Seguirá luchando con miras a una segunda vuelta o ya con miras a consolidar un referente que congregue un porcentaje muy relevante de votación para su futuro? Ahora viene una nueva CEP, momento para hacer balances con la mirada muy concentrada en el tablero. Tras las sonrisas de rigor, los movimientos de fichas nos delatarán las nuevas estrategias y con ellas quedarán al descubierto las verdaderas posiciones en el tablero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Piñera y Frei ponen por delante su interés y mutan para alcanzarlo. Suena verosímil. ¿Frei y MEO no? La política es eso, juego de apariencias. Buen análisis.

Alejandro Pereira.

Anónimo dijo...

Thanks :)
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